miércoles, 18 de noviembre de 2009

El Asilo III

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La campanita volvió a sonar, suave y ligera. Hacía un día apacible, el calor del sol aliviaba el frescor que empapaba el aire. Ante él, de nuevo, aquella residencia extraña. Mientras alguien venía a abrirle hizo repaso. Aquel día volvió a clase, al instituto más bien. Se despertó temprano, mucho antes de que sonara el despertador, mucho antes de que el ruido cotidiano de su bloque de pisos le arrancara los sueños a base de gritos. Se quedó tendido esperando a la mañana mientras rumiaba las cosas que se le venían encima ese mismo día. Volver a entrar en su propia clase. Reencontrarse con aquellos no pocos compañeros con los que salía y ganduleaba de parque en parque y de tarde en tarde. Volver a enfrentarse a los profesores, a los que en su mayoría había insultado a la cara en los últimos tres meses. Volver a ser quien era, en definitiva, algo que le dio miedo por primera vez en su vida. Pensó en los días antes del atraco. Recordó que no había imaginado nada de lo vivido después. Recordó que había pensado en los detalles. Había imaginado la escena antes de vivirla. Llegó a creer que jamás le ocurriría nada, como con todas las pillerías y tropelías que había consumado antes de aquel absurdo atraco. El sonido del despertador impidió que ahondara en sus culpas y le obligó a levantarse de la cama, donde se hubiera quedado todo el día mirando el techo si hubiera podido. Tan solo con tocar el suelo con los pies la ansiedad empezó a apoderarse del chaval.

Recorrió su camino habitual al instituto, cuando iba. Caminaba mirando al suelo. Sólo alzaba la vista con miradas expeditivas a su alrededor. Cuando llegó a la esquina de La Victoria entró en la tienda de la Juani a comprar sus “martinitos” de cada mañana. Haría dos meses que no pasaba por allí. Al entrar la Juani y su madre le dedicaron una mirada muy larga y una sonrisa muy corta. Merche, la madre, que siempre hablaba de médicos o de ofertas, le contaba a la clienta que esperaba su turno que la cola del médico era “exagerada” y que como “las cosas estaban como estaban” ella tenía que andar levantándose “antes que el gallo” para poder abrir la tienda a su hora. El resto de clientas, todas señoras, al ver que la Merche miró al chico de aquella manera se giraron para ver quien había entrado. Merche hizo una larga pausa, tras la cual todas las cabezas volvieron hacia delante y nadie dijo nada. Mientras, la Juani continuaba pesando y anotando cifras en sus cuadrillas perfectamente cortadas a mano. A Adrián le venían malas ideas a la cabeza. Allí todas ya habrían rajado de él hasta olvidar porqué lo hacían. Y sin duda en cuanto saliera de allí retomarían los mismos cotilleos y los mismos rumores con el mismo dramatismo que el primer día, cuando la noticia inundó el barrio por primera vez y se extendió como se extendían los piojos en el cole, o casi. La boca se le abrió en un síntoma claro de ansiedad. Giró sobre si mismo y puso un pie fuera.

-¿Qué querías?- dijo la Juani con cuatro martinitos ya en la mano.

Adrián vio cómo la Juani dejaba los dulces sobre el mostrador. Las señoras volvieron de nuevo sus cabezas hacia atrás, haciendo de la escena un espectáculo titiritero, y ante la duda del chico le hicieron un hueco improvisado que se transformó en un pasillo cruel. Cogió los martinitos, dejó veinte duros y antes de volver sobre sus pasos encontró los ojos de la Juani que le miraban esta vez con benevolencia. Como quien ve un fantasma retiró su mirada y salió de allí con la cabeza gacha. Sólo con verse fuera recuperó el aliento. Tenía las mejillas rojas. Aquel no iba a ser un buen día y eso él ya lo sabía. Pero Adrián no estaba acostumbrado a tener buenos días.
[...]

4 comentarios:

quéinsólito dijo...

Gracias por pasarte y comentar!!...Ahora mismo te leo con tiempo y sin desenfreno!

Raúl dijo...

Sonrío por el comentario que me has dejado. Supongo que tienes razón, no discutamos por la dureza de nuestros relatos.
Un saludo.

quéinsólito dijo...

Escribir en un blog tan literario y "serio", me da como reparo, con lo que tengo yo formado en el mio...

quéinsólito dijo...

Mira que se llame vd "Lentejas"... con la historia aquella que me contó ... de la señora aquella con el señor cliente...en fin...