viernes, 6 de noviembre de 2009

El Asilo II

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Se tumbó en la cama del viejo y se quedó viendo la tele. El tour de Francia pasaba por los Alpes. Quiso cambiar de canal pero el mando había quedado atrapado entre el sillón y Don Antonio. Cada minuto que pasaba recorría mentalmente su llegada a aquella residencia. Y cada minuto se lamentaba de su suerte con un meneo de cabeza inequívoco. Dejó de prestar atención a la tele y miró por la ventana. Desde la cama se veían las copas de los arboles y detrás la sierra. Poco a poco fue relajándose. Poco a poco fueron asomando a su mente imágenes del atraco que protagonizó hacía poco más de un mes. Intentaba evitarlo pero no podía, en cuanto tenía la mente desocupada de afanes inmediatos comenzaba a revivir sus últimas experiencias. Entre las imágenes que siempre le venían en mente estaban la de la dependienta del video club sujetando dos películas en alto con los dedos a modo de pinzas y con cara de “no me hagas nada”. También la del señor con bigote que asomaba la cabeza desde el habitáculo reservado para el porno. Se le venían en mente imágenes de personas apelotonadas, sin cara, moviéndose caóticamente huyendo de sus arranques de furia y espasmos nerviosos. Esta vez, allí tumbado y casi dormido, le vino en mente una imagen que no había recordado antes pero que debía haber ocurrido. Conforme asimilaba que aquello había sido real extraía detalles de su memoria, perfilando cada persona, cada rostro. Era el recuerdo de una niña de no más de tres años que, alarmada por el pánico generalizado, buscaba refugio entre las piernas de su madre, embarazada, y que a su vez trataba de tapar con la mano la carita de la niña. Esta se aferraba a los pantalones de su madre y tiraba con una fuerza impropia de una criatura tan pequeña. Su gesto se retorcía en una mueca de llanto desconsolado y de terror. Adrián ni pudo ni quiso quitarse esa imagen de la cabeza, y un sentimiento de culpabilidad que no había experimentado antes le estremeció hasta empaparle la médula. Allí abandonado, entre los ronquidos de un viejo chiflado y los comentarios aburridos del tour de Francia, Adrián Castejón Heredia rompió a llorar por primera vez desde que cometió el delito.
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