jueves, 22 de octubre de 2009

Confesión

Suelo evitarla últimamente. Huyo. Me ocupo en cosas que “no puedo dejar para otro momento”. Ella me busca, insiste. Quiere que le dé algo. No sé qué es, pero sé que es algo que yo no tengo. Lo sospecha, pero aun así insiste. Lógico, ella es así. Siempre paciente. Siempre comprendiéndolo todo. Siempre esperándome. Siempre ofreciéndome algo por lo que no debería tener que darle las gracias. Y eso me duele. No entiendo porqué pero ya no la quiero. Ya no la necesito. Así es. No niego que me hiciera feliz por un tiempo. Un tiempo que ahora se me antoja innecesariamente largo. Ya olvidé cuando empecé a pensar en todo esto. Quisiera decirle que ya no más, pero es inútil. Ella tampoco me quiere y ambos lo sabemos. Pero me quiere. Ahora yo vuelvo a su lado. Me espera en la cama totalmente ajena a esta confesión muda y cobarde.

-¡Soledad, si al menos calentaras las sabanas!

2 comentarios:

Raúl dijo...

Si al menos calentara las sábanas, la trataríamos hasta con delicadeza.
Gracias por tu visita.

Mar Molina García dijo...

Me encanta este "gran tributo" a la soledad...