martes, 22 de septiembre de 2009

El Asilo

[...]

Después de cinco minutos de monologo desistió. Aquel joven era sordomudo o tonto. Antonio Bermúdez ponía mucha decisión en cada frase o gesto. Contaba con la absoluta ausencia de miedo que concede la vejez solo a unos pocos, e intimidaba a propósito a las personas inseguras. El chaval se sintió despreciado.

-Me han dicho que buscara al interno 1352.

-Ya te he dicho que soy yo.

-No sabía…me ha costado encontrarte. Como no es tu número de habitación- protestó el joven. Antonio se percató del tuteo.

-¿No se ha fijado usted que ninguna habitación tiene número?- El joven volvió a empequeñecer.

-¿Por qué eres el 1352?

-¿Cómo te llamas chico?

-Adrián.

-¿Adrián qué?

-¿Qué?

-¡Que Adrián qué! ¿Es que no tienes apellidos? Tendrás un par de ellos, ¡digo yo! ¡Al menos el de la madre que te haya parido!

-¡Ah! Adrián Castejón Heredia.

-Muy bien. Yo soy Antonio Bermúdez Haya – y le ofreció la mano para estrechársela y de paso verle de más cerca. Adrián tuvo que acercarse y estrecharle la mano. En ese momento notó que el joven tenía un tatuaje en la parte interna del brazo.

-¿Por qué eres entonces “El 1352”?- le podía la curiosidad. A Antonio le estresaba tener que evadir la respuesta, aún no la tenía.

-Déjame ver eso – dijo señalando el tatuaje. Él lo enseñó con orgullo: “asecnirP” (“Princesa” al revés).

-¿Vaya y por qué está al revés?

-Se lee en el espejo – argumentó Adrián

-Después de todo no sois tan originales - El chico no supo que responder y el viejo ganó unos instantes para fantasear.- Mira esto, fíjate bien- dijo abriéndose la camisa y mostrando el pecho izquierdo. Adrián no encontró sino un cuero con los restos de un maltrecho tatuaje que pretendió ser un rostro de mujer.- Ella era mi princesa. Todos tenemos una chico. Apuesto a que esa princesa tiene nombre y apellidos - Adrián se sonrió un poco.- ¿Cómo supiste que era una princesa?

-¿Cómo? – respondió atónito el joven.

-Sí, que cómo lo supiste. Algo ocurriría para que supieras que ella era tu princesa y tú su príncipe ¿no? - Adrián volvió a quedarse en poca cosa, culpable como si no hubiera hecho los deberes.

-Verás – continuó – yo lo supe cuando me declaré. Venía desde largo sospechando que ella sería mi princesa así que se lo pregunté. – y calló unos instantes para tirar del cebo.

-¿Le preguntaste qué? – se impacientó el chico.

-Pues que si ella era mi princesa.

-¿Y qué te dijo?

-Que no.

-¿Qué no? ¿Entonces? ¿Qué hiciste?

-Le di un beso.

-Un beso.

-Sí un beso. Y por cierto le gustó bastante.

-Pero...ella…

-Ella me empujó y me gritó algo. Y yo le expliqué “que se había equivocado de respuesta”. Ella me gritó que la respuesta estaba muy clara.Y yo, que lucía la sonrisa enorme que le arranqué de su boca, le dije que para ser princesa no tenía ni idea. “Te volveré a hacer la pregunta a ver si esta vez aciertas” le dije. Entonces respondió algo que no se me olvidará nunca.

-¿El qué?- .y el viejo sacó brillo a su mirada.

-Que si se lo preguntaba mil trescientas cincuenta y dos veces, mil trescientas cincuenta y dos veces me diría que no.

-¿Y?

-Pues se equivocó.

-¿Entonces? ¿La volviste a besar?

-¡Mil trescientas cincuenta y dos veces!¡Claro! Ya te lo dije antes. Mira chico para el que realmente desea algo un no es sólo un trecho más hasta el - Adrián tragó saliva– Ella era mi princesa y yo su príncipe. Aquí me llaman el 1352 y dicen que estoy loco. Creen que me invento las historias, pero no es verdad. Ella era mi princesa y yo su príncipe. Cada mañana al despertar le daba 1352 besos – Adrián le miraba perplejo - Sí, sí, por el cuerpo, por todo el cuerpo. Siempre en el mismo orden y sin rebesar ni un centímetro de su piel – Adrián le escuchaba con atención.

“De los ochenta a los cien comenzaba a desperezar. A partir de los doscientos se retorcía y gemía hasta casi llegar a los quinientos. Entonces reía. Reía muchos besos. Siempre reía como mínimo trescientos. Cincuenta con risa floja para empezar, unos cien carcajeando, otros cien contagiando, yo casi tenía que parar para reír también, y unos cincuenta más de gracias residuales.

Pasados los ochocientos dejaba de reír. Poco a poco empezaba a serenarse, a embeberse. Quedaba quieta, casi no respiraba. Entonces se le mojaba la mejilla. Pero no lloraba, no había lamento ni sollozo. Ni siquiera un suave suspiro.

Mil, cien, y cincuenta besos más o menos, no había duda: ¡dormía de nuevo! ¡Y soñaba! ¡Vaya si soñaba! Hasta balbuceaba entre sueños. Y mientras tanto yo: mil trescientos, mil trescientos veinte, mil trescientos treinta, cuarenta… Así hasta el beso mil trescientos cincuenta y dos.

Misteriosamente en ese beso, no en el mil trescientos cincuenta y uno o cincuenta tres, en ese exactamente se despertaba. Como si nada. Como si mil trescientos cincuenta y un besos no hubieran pasado. Como si nunca en la vida le hubiera vestido de besos, siempre en el mismo orden y sin rebesar ni un centímetro de su piel.”

Antonio dio su historia por terminada. El joven se había quedado a cuadros. No sabía que decir. Sin duda aquel hombre tenía la cabeza ida. En ese momento entró una enfermera y saludó a Don Antonio. Tú debes ser Adrián, dijo dirigiéndose al joven. Anda hazme un favor, tráigale la comida a Don Antonio que esta lista en el comedor. El chico salió lentamente de la habitación sin dejar de mirar a aquel señor tan extravagante.

-Esta un poco acarajotao - le dijo a Valle la enfermera.

-No lo puedo creer.-dijo ella.

-¿No puedes creer qué?

-No puedo creer que lo hayas vuelto a hacer. ¿Cuantos llevas? ¿Mil, dos mil?

-Mil trescientos cincuenta y dos con este. Todo un record.

-¿Y qué le has contado a este?

-Le he hablado de los mil trescientos cincuenta y dos besos que te doy cada día, cada mañana.

-¿Qué dices? Estás loco – y continuó haciendo sus tareas sin prestarle demasiada atención.

-Claro, si despiertas como si nada- dijo Antonio para si mismo, sabiendo que realmente no le escuchaba - como si nunca en la vida te hubiera vestido de besos, siempre en el mismo orden y sin rebesar ni un centímetro de tu piel.

[...]

2 comentarios:

Raúl dijo...

El encabezamieno del relato, ese primer párrafo, es potentisimo.
Un saludo.

Unknown dijo...

Precioso....Me ha encantado el relato, Enhorabuena