jueves, 17 de junio de 2010

El Asilo XII


[...]

-Era la noche más importante del año, la más bella.

-Y la más corta- aseveró Lucas.

-Y la más corta- repitió Don Antonio.- Hacíamos competiciones y bailes, y ya te digo que venía gente de todas partes, entre ellos el Perla. Nuestra orquesta tenía fama, casi tanta como nuestras mujeres.- Era gracioso ver a Lucas asentir mientras Don Antonio hablaba. Adrián sabía que Lucas tenía noventa exactos y Don Antonio “iba de camino”. Y sabía también que aunque Lucas no era español había vivido en su pueblo desde muy jovencito.- Eduardo, Emilio y yo tocábamos con la orquesta todos los años-continuó hablando Don Antonio.- Un año nos dejaran ensayar unas cuantas piezas para el baile: pasodobles, vals, y piezas clásicas principalmente. Yo había escuchado en casa del doctor algunas piezas de Grappelli, Menuhin y de Django Reindhart. El doctor era un melómano adorable. Siempre que viajaba traía música de todo el mundo. Me enseñó algunas de Louis Prima y Benny Goodman. Nosotros estuvimos ensayando el Vals del Minuto en ese estilo. No sé si me entiendes. Con swing, con ritmo, con…eso que dicen, ¿no? Eso que hace que la música te mueva, te empuje, no sé si me entiendes….así lo dicen ¿sabes? Con swing.- recalcó Don Antonio apelando al propio sonido de la palabra.

-Acá le dicen duende- interrumpió Lucas- allá tumbao, genio, talento. Como Gardél que tenía todo eso, que debería tener un monumento en cada plaza.

-Pero eso es diferente. Gardel es otra cosa - dijo Don Antonio molesto.-Tango, milonga, eso es diferente. ¡El swing! Era una música recién nacida. Y nosotros que queríamos tocarla pero no teníamos cómo. Intenté explicar como era aquella canción de Prima a Emilio, Diego y Santiago. Primero era un tambor así Pum pum, Pum pum, y después era así como Tan, tan tan, Tan, tan tan, Tan, tan tan.- tarareó. Adrián ponía cara de no entender nada de aquel despropósito rítmico, aquella mano de ochenta y pico otoños, tan arrugada, tan quebradiza y temblorosa no podía acompañar un tarareo tan alegre, y, sin embargo, Lucas asentía de nuevo como si escuchara la música.

-Lejana tierra mía, bajo tu cielo, bajo tu cielo quiero morirme un día…- empezó a cantar para sorpresa de Don Antonio y Adrián. ‘Eleee’ se pudo oir desde el dormitorio. La enfermera Valle recogía unas cosas mientras ellos aguardaban.

-No. ¿Quién habla de Gardel? Hablo de tocar un vals como Goodman, como Prima. Ellos tocaban de todo también, lo amoldaban a su swing - volvió a recalcar la palabra.-Y eso queríamos hacer nosotros.

-Y oír el canto de oro, de tus campanas que siempre añoro- continuó cantando Lucas.

-¡Que no! Que no hablo de Gardel.

-Bueno, bueno- interrumpió Adrián - ¿entonces esa noche qué ocurrió?

-Aquella noche - dijo Don Antonio de vuelta a un tono serio - conocimos a Vicente. Bailando con Elvira nuestro Vals del Minuto.

-¿A quién?- protestó Adrián.

-A Vicente, el Arroyo. Así le llamaban entonces, simplemente Vicente.

-Vicente Arroyo - murmuró Lucas.

-¡El Perla! - apuntilló Valle al tiempo que salía de su dormitorio con cajas y bolsas.- Que en paz descanse.

[...]

2 comentarios:

Desde la luna dijo...

snif... espero que este fragmento sea del final, ¿por qué lo has matado, cruel ser?? jeje.
Precioso, como siempre, y como Gardel.
Un abrazo grande grande.

Raúl dijo...

A falta de continuidad en la lectura de todos los fragmentos (lo confieso) me detengo con una sonria en la declaración de intenciones que expones en el costado de tu blog, eso de que cualquier parecido con la ficción es pura coincidencia. Me gusta.